El Supremo iraquí faculta a Barham Salí para seguir como presidente del país tras el aplazamiento electoral
El Tribunal Federal Supremo de Irak ha anunciado este domingo que extenderá el mandato del actual presidente del país, Barham Salí, hasta que se celebren las elecciones aplazadas a principios de esta semana por el boicot de numerosos partidos políticos.
Salí continuará desempeñando las funciones de presidente a pesar del final de su mandato, teniendo en cuenta además que ahora es el único candidato después de que el Tribunal decidiera anular definitivamente este mismo domingo la nominación del que era su único rival, el exministro de Finanzas Hoshiar Zebari.
Salí envió el 8 de febrero una llamada de atención al tribunal ante el vacío de poder creado por el boicot de las elecciones presidenciales, de ahí la necesidad de emitir un dictamen sobre su posición, informa la agencia oficial de noticias iraquí, INA.
Las fuentes del medio Shafaq explican que, con esta maniobra, el mandatario se protege frente a las ambiciones del presidente del Parlamento, Mohamed al Halbusi, que pretendía asumir las competencias presidenciales para evitar precisamente este vacío.
La candidatura de Zebari fue anulada tras quejas sobre su pasado, en el que fue vinculado a casos de corrupción. El exministro de Finanzas ha respondido que la decisión del tribunal es "injusta y ha venido dada por motivos políticos" en el marco del complejo futuro político que aguarda al país.
Zebari era uno de los dos nominados al cargo de presidente -- que solo puede ostentar un kurdo y es clave para la elección posterior del primer ministro --. El otro gran partido kurdo, la Unión Patriótica del Kurdistán, había nominado a Salí, mientras que el PDK no se ha pronunciado todavía sobre un posible sustituto.
La votación inicial del presidente quedó arruinada con la negativa a participar no solo del bloque del poderoso clérigo Muqtada al Sadr, ganador de las elecciones legislativas de octubre, sino también de formaciones suníes y del propio PDK, aliado del religioso.
Al Sadr se niega categóricamente a permitir que los partidos chiíes respaldados por Irán, grandes derrotados de las elecciones legislativas de octubre, se incorporen al Ejecutivo iraquí, al menos con la influencia de años pasados. El mejor ejemplo de esta tensión es su rechazo a la presencia en el futuro gobierno de cualquier miembro de la coalición chií Estado de Derecho, que lidera el ex primer ministro Nuri al Maliki.
Si Al Sadr logra formar un gobierno mayoritario con sus aliados suníes y kurdos, la primera consecuencia sería que Al Maliki y Fatá -- el bloque político chií al que pertenecen las milicias de las Fuerzas de Movilización Popular proiraníes --, podrían pasar a la oposición, en lo que supondría un golpe dramático al 'statu quo' en el que ha vivido la política nacional del país en los últimos años, y entre amenazas de violencia si finalmente acaba ocurriendo tal escenario.