El sueño olímpico de una niña ucraniana, bloqueado por la guerra
Instantes después de que la sirena anunciara el fin de peligro de bombardeo en Kiev, la gimnasta Eva Evstratenko, de 9 años, regresa al tapiz dispuesta a dar lo mejor de sí.
"Hago gimnasia desde hace cuatro años y quiero convertirme en campeona olímpica. Cada gimnasta lo desea", declara Eva a AFP.
Más de diez meses después de la invasión de Ucrania por Rusia, los combates se concentran ahora en el este. Pero bombardeos de misiles se registran regularmente en la capital, con aullidos de sirenas casi diarios.
Estas alertas cambiaron la rutina de millones de habitantes, incluso de la pequeña Eva.
Detrás de la niña rubia, sus compañeros se entrenan en saltos y otros ejercicios.
Su entrenadora Anastasia Provotorova está tan motivada como ellos, determinada a preparar a sus alumnos para las competiciones, pese a las dificultades de la guerra.
"Volvimos y seguimos entrenándonos porque terminó la alerta, aunque ahora no hay electricidad", afirma, mientras observa a sus protegidos.
Los futuros gimnastas "deben entrenarse", pese a las condiciones difíciles, sostiene.
Los cortes de electricidad se han vuelto la norma en Kiev y otras ciudades ucranianas porque los bombardeos rusos tienen desde octubre como objetivo las infraestructuras esenciales.
La ONU advierte que esos ataques dejan a unos siete millones de niños sin electricidad, calefacción ni agua corriente.
"Nuestros niños no abandonan los entrenamientos, pues tienen buen ánimo", asegura Anastasia Provotorova.
- "El peor día de mi vida" -
El contexto de guerra es difícil de soportar para los niños. Más de 400 murieron desde el inicio de la invasión, según el balance de las autoridades ucranianas.
"El primer día de la guerra fue el peor de toda mi vida (...). Nos despertamos en medio del pánico, no teníamos idea de qué hacer. Era terrorífico", recuerda Eva.
Más de dos millones de niños huyeron al extranjero y tres millones se convirtieron en desplazados internos entre febrero y junio de 2022, según estimaciones de la ONU.
Eva Evstratenko, sus padres y su hermano Demian partieron hacia el oeste de Ucrania, donde se quedaron siete meses.
"No era tan bueno como estar en casa. Uno no se siente bien cuando no está donde nació", dice Eva.
La familia volvió a su pequeño apartamento de Kiev y trata de adaptarse bajo los bombardeos rusos.
Cuando se corta la corriente, los padres de la joven gimnasta prenden velas. Y hay que estar alerta a cualquier indicio de bombardeo inminente.
"Es mucho más difícil de noche. Esperamos que aunque haya misiles, no nos alcancen", dice el padre, Andri.
En el gimnasio, Eva explica que el miedo a los misiles tuvo un impacto en sus entrenamientos.
Cada vez que tiene que bajar al refugio, al regresar debe repetir sus movimientos de calentamiento, dejando menos tiempo para los ejercicios.
"Las lecciones son más cortas, hay menos, y es más difícil seguir en forma como antes", lamenta.
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