El adiós de Brady y Roethlisberger pone fin a una era
Tom Brady siempre tuvo un sentido innato de oportunidad. También Ben Roethlisberger. Hay que considerar esto un requisito — tal vez el más importante — si alguien desea mantenerse durante una generación en la NFL.
Fueron dos caras de una misma moneda. La vieja escuela, cada uno a su manera.
Sí, de verdad.
Eliminen la marca “Método TB12”, protejan sus ojos del brillo de los siete anillos de Super Bowl de Brady, su esposa supermodelo y toda la mercadotecnia del “GOAT” (más grande de todos los tiempos), y tal vez encontrarán el molinillo más exitoso en la historia de la liga.
Una selección de sexta ronda que exprimió hasta la última gota de talento — y algo más — de un cuerpo que difícilmente invitaba a convertirse “eventualmente en el líder en prácticamente todo” cuando los Patriots se aventuraron a elegir a un escuálido muchacho de Michigan con la selección global 199 del draft de 2000.
Roethlisberger llegó con más fanfarrias cuatro años después, cuando Dan Rooney insistió en que los Steelers seleccionaran al niñote de 1,96 metros procedente de Ohio con la undécima selección.
A pesar de que Brady hizo todo lo posible por alejarse de la imagen de aquel prospecto que corrió las 40 yardas en 5.28 segundos (no, no es un error), Roethlisberger aceptó el personaje “Big Ben” mientras — al igual que Brady — evolucionaba de ser un administrador de juego a ser un icono de su franquicia.
“Ben desafió el Método TB12 en favor del modelo “Aplícale un poco de hielo” a lo largo de su carrera, y terminó con 6 selecciones al Pro Bowl y dos anillos de Super Bowl”, publicó Brady después de que Roethlisberger se retirara el 27 de enero. “Hay más de una manera de partir el pastel”.
Tal vez sí, pero el pastel luce muy diferente ahora que cuando Brady y Roethlisberger comenzaron sus respectivos ascensos a inicios de la década del 2000. La posición que Brady y Roethlisberger ayudaron a definir está cambiando.
Cuando los Steelers y los Buccaneers señalaron que no están tratando de buscar al próximo Roethlisberger o Brady esta semana en el Senior Bowl en Mobile, Alabama, no están bromeando. A pesar de toda su grandeza y los sacos dorados que les esperan en Canton, Ohio, en el Salón de la Fama, el deporte ha evolucionado.
La prueba ha sido transmitida a millones de hogares durante el último mes, en los que quizá sean los playoffs más emocionantes y convincentes en poco más de un siglo de futbol americano profesional.
El futuro que Roethlisberger y Brady se negaban a aceptar, finalmente llegó. La estafeta que cargaron durante tanto tiempo ha sido pasada a (o se las arrebataron) jugadores que crecieron idolatrándolos.
Patrick Mahomes. Josh Allen. Joe Burrow. La lista sigue. Lamar Jackson. Justin Herbert. Dak Prescott. Tal vez Jalen Hurts algún día. Justin Fields también.
Mientras a cada uno de ellos se les exige que ganen como Brady y Roethlisberger lo hicieron durante tanto tiempo, lo que está cambiando es la forma en la que lo hagan.
Los quarterbacks ya no solo se deben mantener en la bolsa de protección como lo hizo Brady y tomar una serie de microdecisiones en medio de un caos que lo rodeaba. Ahora necesitan más que quitarse a un defensivo con un brazo y lanzar pases que alteren el orden de un juego como Roethlisberger lo hacía.
“La AFC es la conferencia de los quarterbacks”, dijo John Harbaugh, entrenador de los Ravens el lunes. “Lo han visto en las últimas dos semanas”.
Y posiblemente en los años por venir.
Mahomes tiene 26 años. Allen, Burrow y Jackson 25. Herbert cuenta con 23. Y es muy posible que pasen la siguiente década o más tomando turnos para aparecer en el Super Bowl, y decorando la portada del “Madden” — vaya, Jackson y Mahomes ya lo hicieron — y encabezando la lista de los 10 jerseys de juego más vendidos.
Su ascenso ha ayudado a alimentar los niveles de audiencia en la televisión en una liga que tiene la habilidad de captar la atención del público de una forma que otros deportes simplemente no pueden.