Devotos del dios de la destrucción hindú perturban el norte de India
Durante el mes sagrado de Shravan, los hinduistas veneran al dios de la destrucción Shiva. Pero en el norte de India, la peregrinación de jóvenes devotos vestidos de colores azafrán está causando un repunte de la violencia.
Los analistas vinculan este incremento de la violencia y la escasa respuesta de las autoridades para detenerla a las políticas nacionalistas hindúes del primer ministro indio, Narendra Modi.
Millones de personas realizan este mes caminatas, en ocasiones de cientos de kilómetros, para recoger agua bendita del río sagrado Ganges y llevarla a los pequeños templos en su tierra, en una celebración de las lluvias del monzón y de los nuevos comienzos.
Muchos son hombres jóvenes y pobres, entregados a su dios, pero también interesados en tomarse un respiro de sus duros trabajos mal remunerados para disfrutar unas semanas de fiestas con música a todo volumen y fumar un intenso cannabis.
Se les conoce como "kanwarias", el nombre de los palos de bambú que se colocan en sus espaldas para ayudarles a cargar los pesados contenedores con agua sagrada.
Este año, con el inicio del mes de peregrinación a finales de julio, comenzó también el desorden.
Múltiples videos de cámaras de seguridad que se hicieron virales en redes sociales muestran a los peregrinos ocasionando disturbios.
Las grabaciones verificadas por la AFP incluyen a un grupo que destroza una gasolinera después de que les pidieran no fumar allí, temerarias conducciones en la carretera que dejan a varios transeúntes heridos y peleas entre bandas de "kanwarias".
- "Manzanas podridas" -
Los peregrinos aseguran que son incidentes aislados y los atribuyen a creyentes que se exceden con el cannabis. "Hay manzanas podridas en todos los lugares", afirma Sachin Chawla, un kanwaria de 30 años que exhala perfumadas nubes de humo mientras fuma un cigarrillo hecho a mano.
"Algunos se drogan y generan alboroto", dice.
El partido nacionalista hindú de Modi, Bharatiya Janata (BJP), ha mostrado su apoyo a estos peregrinos.
En Uttar Pradesh, el estado más poblado de India dirigido por un monje hindú de línea dura y figura clave del BJP, altos cargos de la administración regional lanzaron pétalos de flores a los devotos desde un helicóptero.
Apenas unos días antes, peregrinos del dios Shiva habían destrozado un coche de seguridad del gobierno.
El gobierno de Modi ha "extendido el mensaje de que el Estado está subordinado al partido en el poder", afirma Sanjay Srivastava, un antropólogo que enseña en la Universidad SOAS de Londres.
"Y parece que este mensaje se entiende claramente en el terreno", agrega.
Muchos hindúes se hacen vegetarianos en este mes. En numerosos estados controlados por el BJP, la administración local suele prohibir la carne en las rutas de peregrinación.
Este año, dos gobiernos regionales obligaron a los restaurantes a mostrar el nombre de su propietario. Según los críticos de la medida, suspendida después por la justicia, esta buscaba dividir a los locales por la religión de su dueño y discriminar a la minoría musulmana.
- Nueva popularidad -
El conductor de bicitaxi Kamal Kumar lleva dos semanas caminando casi 200 kilómetros con 70 litros de agua cargados a su espalda en contenedores atados al palo de bambú. Le queda un día de marcha hasta su destino, un templo en la capital Nueva Delhi.
"Lo hago por Baba", una denominación cariñosa de Shiva, dice el veinteañero. "Todo lo que tengo, es obra suya", afirma.
El número de peregrinos está creciendo en los últimos años. Los organizadores de esta ruta estiman que 45 millones de personas acudieron a la ciudad de Haridwar para recoger agua del Ganges este año, un aumento del 50% respecto a 2017.
La mayoría son hombres, pobres, desempleados o con precarios trabajos manuales.
La oferta de ayuda de un dios tiene un poderoso atractivo un "una economía incierta con un desempleo de gran escala", dice Srivastava.
El peregrinaje también permite a las clases obreras "ocupar el centro del escenario", aunque sea brevemente, asegura la socióloga Ravinder Kaur, de la Universidad de Copenhague.
"Tiene mucho de expresión de las vastas desigualdades de clase y casta que conforman la India contemporánea", afirma.
"Todo el mundo a mi alrededor iba, así que decidí ir", dijo Siddharth Kumar, un joven de 18 años sin trabajo que vive en un barrio de chabolas en las afueras de Nueva Delhi.
"Espero que dios haga algo para mí y para mi familia", dice.
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