Cinco años después del referendo, frustración y divisiones dentro del independentismo catalán
Josep Lluís Rodríguez no pierde la esperanza de ver una Cataluña independiente. Tras el referendo ilegal del 1 de octubre de 2017 pensó que lo habían conseguido, pero cinco años después ya no espera nada de unos políticos separatistas en guerra abierta en Barcelona.
"Claro que hay frustración y rabia, no solo porque el 1 de octubre no hicieron lo que había que hacer, sino porque después (...) la gente seguía dándoles apoyo público y constante. Pero, claro, eso tiene un límite", explica este exdirector de empresa de 62 años.
"Se ve que ellos ya no quieren hacer la independencia, al menos de una manera clara", lamenta junto a la Iglesia de Arenys de Munt, un pequeño municipio 40 kilómetros al norte de Barcelona.
Las banderas independentistas siguen decorando muchos balcones de esta localidad de 9.000 habitantes, la primera en realizar una consulta simbólica sobre la independencia en 2009. Luego le seguirían muchos más en el comienzo de la escalada soberanista que alcanzaría su clímax con el referéndum organizado en 2017 por el gobierno regional que presidía Carles Puigdemont.
A pesar de la prohibición de la justicia española, el referéndum finalmente se celebró, en una tensa jornada marcada por las cargas policiales para impedirlo.
"El 1 de octubre fue un desbordamiento de la sociedad civil a los partidos políticos y eso se vio después cuando se comprobó que realmente no había un plan concreto, unas estructuras" para más tarde, rememora Josep Lluís, integrante de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una influyente asociación independentista, sobre las semanas de desconcierto que siguieron al referéndum.
Para reivindicar el legado de la consulta, este sábado acudirá a la manifestación de aniversario convocada en Barcelona, decidido a repetirla cuanto antes, aprendiendo de los errores del pasado.
"Estamos organizados, y cuando llegue el momento, estaremos movilizados", asegura.
- bloqueo -
Los resultados del referéndum no fueron verificados de forma independiente y Cataluña se sumió en una incertidumbre que desembocaría en la momentánea declaración unilateral de independencia de esta rica región del noreste de España tres semanas después.
El gobierno central cesó entonces a sus líderes, que acabaron presos o huidos, e intervino la autonomía catalana mientras España afrontaba su mayor crisis política desde el final de la dictadura franquista en 1975, cuyas huellas son todavía visibles.
Según el último estudio del Centro de Estudios de Opinión, un órgano público regional, el 52% de los catalanes se muestra ahora contrario a la independencia, frente al 41% a favor, una cifra muy alejada del 49% de partidarios alcanzada en octubre de 2017.
Pese a todo, las formaciones separatistas sumaron mayoría en las elecciones autonómicas de 2021, pero la frágil coalición presidida por Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) -partidaria de la negociación con Madrid-, con Juntos por Cataluña -que considera la estrategia una pérdida de tiempo, ya que el Estado español no contempla ningún referéndum-, pende constantemente de un hilo.
La última muestra de esta fragilidad se dio el miércoles por la noche, cuando el presidente catalán, Pere Aragonès, de ERC, destituyó a su vicepresidente, Jordi Puigneró, de Juntos por Cataluña, por pérdida de confianza, lo que podría acabar propiciando la disolución de la coalición independentista tras seis años.
"El bloqueo político sigue, los gobernantes en Cataluña están divididos, cada día en la prensa se reprochan mutuamente mil cosas y nadie propone un camino de avance o de resolución de la situación actual del conflicto", resalta el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Botella.
- 'No les interesa' -
Cansados de su falta de compromiso, la ANC planteó la última manifestación de la fiesta regional del 11 de septiembre como una crítica a los partidos a la que el presidente catalán decidió no acudir.
Con 150.000 asistentes, según la policía municipal, fue la menos multitudinaria desde que estas marchas ganaron amplitud hace una década, sin contar los dos años de pandemia.
"Se sienten engañados y frustrados, pero eso no quiere decir que dejen de ser independentistas", indica Josep Sànchez, alcalde de Arenys de Munt, de ERC, junto a un monumento en homenaje al referéndum de 2017 frente al Ayuntamiento.
"Si el país [en referencia a Cataluña, ndlr] fuera como Arenys de Munt, seríamos independientes desde hace años", asegura.
Pero junto al mostrador de su tienda en el centro del pueblo, Magda Artigas ya ha perdido la esperanza de asistir al nacimiento de la república catalana. Votó ilusionada en las consultas de 2009, 2014 y 2017, aunque pronto supo que no ocurriría.
"Yo ya tengo 64 años, yo no la veré. Para estar en el gobierno ahora hay que ser muy valiente, y ahora no son valientes", lamenta con una media sonrisa.
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