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Los que la visitaron en su momento recordarán especialmente aquella fabulosa exhibición “Les Visitants” de la Fundación Cartier que ocupó dos pisos completos del CCK, en 2017. Tan sorprendente fue el recorte de la colección que llegó de París a las salas del ex Palacio de Correos que el público local tuvo la oportunidad de descubrir artistas inesperados como el fotógrafo Nobuyoshi Araki.
Los curadores habían desplegado a lo largo del espacio una generosa cantidad de imágenes tomadas por Araki sobre la práctica milenaria del shibari, disciplina de origen japonés que consiste en amarrar con cuerdas al partenaire de turno para darse juntos al juego del amo y el sumiso. Hasta entonces apenas sabíamos de la discreta existencia de esta disciplina pariente del bondage (en versión más suave), pero han pasado exactamente siete años de aquella muestra memorable y, si bien no puede afirmarse que el shibari vive un “boom”, es cierto que desde entonces a la fecha se ha vuelto cada vez más popular.
El último envión de visibilidad se lo dio la cantante Shakira cuando eligió la temática para recrearla en la imagen de su videoclip Copa Vacía. Ya habiendo facturado fortunas con sus hits sobre el despecho amoroso y los cuernos de Piqué, la cantante colombiana volvió a las portadas exultante adentro de una cola de sirena gigantesca que pesaba varios kilos. Colgada a metros del suelo, en la que fue una maniobra bastante arriesgada, la postal evocaba a una mítica diosa marina recién “cazada” por las redes de los pescadores (metáfora absoluta de su situación fiscal entonces: justamente en esos días peleaba en los tribunales de Barcelona por la gran cantidad de impuestos que adeudaba).
Atada con cuerdas solo por encima de los hombros, Shakira logró inmortalizar una escena tan sensual como inquietante en la que esta técnica medio desconocida confirmó ese costado artístico que había visto Araki en sus fotos. Las redes sociales estallaron enseguida. “Ha sido un honor ver mi trabajo en la portada de millones de publicidades en todo el mundo. Para la gente que no entiende de esta práctica es solo una foto con una gran estética, pero para los que sabemos lo que es el shibari, significa mucho más” describía en un artículo publicado en el diario El País de Madrid Pauline Massimo, profesora y artista convocada para la ejecución de aquella espléndida imagen.
La historia del Shibari
El origen exacto del shibari es difícil de determinar con precisión, ya que hunde sus raíces en las tradiciones japonesas más antiguas. Sin embargo, se sabe que el uso de cuerdas para atar a una persona en Japón tiene una larga historia que se remonta al menos al período Edo (1603-1868), cuando la técnica se empleaba en contextos bélicos como método de tortura y restricción para los prisioneros. Fue recién en el siglo XX que adquirió una connotación menos tenebrosa. A medida que la sociedad japonesa abría y modernizaba su cultura, (algo de lo que ha dado cuenta el animé), algunas disciplinas milenarias comenzaron a influir en la subcultura BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo). En este ámbito es que fue adoptado como una forma de juego y exploración de la sexualidad.
Particularmente en la década de 1950, el fotógrafo Seiyu Itoh comenzó a capturar imágenes de modelos atadas con cuerdas tejidas de formas sugerentes (siempre dejando libre las partes pudendas), lo que contribuyó al interés por la disciplina. Desde entonces ya no solo se percibe como un juego de seducción sino también como una expresión artística y una herramienta para la conexión emocional. Muchos encuentran belleza en las figuras y patrones creados por las cuerdas, así como una sensación de intimidad y confianza entre los miembros de la pareja, algo parecido al morbo que provoca el síndrome de Estocolmo. Sin embargo no se trata de ir a la ferretería y comprar una soga para atar a tu querido/a y jugar a la dominatrix en el living de casa.
Si bien no consiste en la inmovilización total del otro sino que hoy normalmente se utilizan cuerdas de fibra natural para sujetar el cuerpo, el Shibari sigue siendo sexo extremo o risky sex, como le llaman, y para reproducir la acrobacia de Shakira, una de las más arriesgadas según los expertos, hay que estar entrenados para no terminar con el cuello roto, o peor, como el malogrado actor David Carradine.
Las últimas versiones artísticas de la práctica se vieron en Fundación Proa en 2023, durante una exhibición colectiva en la que la artista Mariela Scafati deconstruía una serie bastidores sostenidos por sogas atadas según esta técnica que reúne altas dosis de poesía, perversión, contorsionismo y sensualidad por partes iguales, y que en Japón sigue bien vigente.
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