No quieren tomar vuelos y eligen quedarse en tierra porque el clima se está desmoronando, argumentan
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Son días como estos en los que volar no es ni tan atractivo ni accesible como antes: las tarifas aéreas son cada vez más caras y mezquinas, haciendo que subirse a un avión requiera de mucha planificación y tenga pocas garantías. Aunque este ya es un motivo suficiente para reducir el numero de viajeros por año, se agrega un nuevo concepto a la escena: la vergüenza a volar.
Para un número pequeño, pero creciente, de viajeros, el problema con los viajes aéreos va mucho más allá del costo y de las comodidades a bordo; y son cada vez más las personas que están dejando de volar debido al gran impacto climático que esta actividad significa.
Los últimos ocho años en la tierra fueron los más calurosos registrados en la historia, el aumento del nivel del mar se está acelerando, y los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes.
“Elijo quedarme en tierra porque se alinea con mis valores, y con la verdad actual del mundo”, dijo al respecto Dan Castrgano, un ex maestro de 36 años que en 2020 firmó un acuerdo con el cual se comprometía a dejar de viajar en avión. “El clima se está desmoronando”.
¿Cuál es el rol de los aviones en la problemática del cambio climático?
Los viajes aéreos representan alrededor del 4% del calentamiento global inducido por el hombre, y las Naciones Unidas ya advirtieron que las emisiones aéreas se van a triplicar para el año 2050. Aunque las aeronaves se están volviendo más eficientes, el apetito del hombre por volar de un lugar a otro es cada vez mayor, superando las ganancias ambientales fruto de los avances tecnológicos.
Un Boeing 747 que transporta a 416 pasajeros desde el aeropuerto de Heathrow en Londres a Edimburgo produce el mismo dióxido de carbono que 336 autos que viajan la misma distancia, según datos proporcionados por la BBC Science Focus, una revista especializada. Aunque dicha comparación depende de una amplia gama de factores, como lo son el combustible, el consumo del vehículo y hasta la hora del día, la diferencia sigue siendo abismal. Dicha huella de carbono está llevando a muchos activistas y científicos a lanzar gritos de guerra para reducir, y hasta frenar, los vuelos comerciales.
“Estamos atravesando una emergencia climática”, dijo Peter Kalmus, un científico climático del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA que fundó No Fly Climate Sci, un foro online sobre el vínculo entre la aviación y el cambio climático. “Cuando te subís a un avión, no solo sos responsable de las emisiones de ese vuelo, sino que también estás contribuyendo y votando para que dicho sistema se siga expandiendo”.
Cambiando alas por ruedas
Castrgano, que vive en Burlington y pasó más de una década como maestro de escuela intermedia, viajó mucho en avión durante esos años; su preocupación por la escalada del cambio climático se profundizó en los últimos cinco. Ni él ni su esposa Laura vuelan desde el 2019; y en 2021, dejó su trabajo en el aula para asumir un nuevo cargo como director de contenido en SubjectToClimate, una organización sin fines de lucro que brinda recursos didácticos relacionados con el clima.
Quedarse en tierra firme, sin embargo, no tiene que significar necesariamente estar quieto. Castrgano se mueve mucho en bicicleta por Vermont, y para viajes de corta distancia usa su Nissan Leaf eléctrico. El mes que viene su amigo se casa en California, y él y su familia tardarán semanas en cruzar el país en tren, una alternativa que, según el Libro de Datos del Departamento de Energía de Estados Unidos de 2021, es una forma de viajar un 34% más eficiente en consumo de energía, que los viajes en avión.
“Me encantaría visitar todos los lugares del mundo, pero mi salud mental sería pésima si tuviera que volar”. En 2020 Castrgano firmó un compromiso en Flight Free USA para no viajar en aviones durante ese año, y desde ese entonces, cada año que pasa lo renueva. La comunidad junto con la cual asume este compromiso no es muy grande. Ariella Granett, cofundadora del sitio, dice que 365 personas se registraron en 2022, y en los últimos años el número aumentó a casi 450. Flight Free tiene una mayor presencia en Australia y Gran Bretaña, pero no es la única organización de esta índole. Alrededor de toda Europa son cada vez más los grupos que nacen con este mismo objetivo.
Granett, de 46 años, trabaja como arquitecta y diseñadora de interiores en Berkeley, California, y fue activista climática durante décadas. Su compromiso con el abandono de los vuelos surgió durante las recientes temporadas de incendios forestales en la región californiana. Fue en ese momento en el que sintió la necesidad de asumir una acción más crítica con la causa. “Vivir a través del prisma de los incendios trajo la urgencia climática a mis entrañas”, confesó Granett. “No creo que vuelva a subirme a un avión nunca más”.
Como la mayoría de los viajeros comprometidos con reducir o eliminar los viajes aéreos, Granett rechaza la idea de las compensaciones de carbono, que consisten en comprar créditos de carbono, a menudo a través de acciones como plantar árboles, a cambio de los gases de efecto invernadero emitidos por los aviones.
A medida que se intensifica el cambio climático, los críticos dicen que, en lugar de eliminar el carbono de la atmósfera, la práctica se aprovecha de la culpabilidad de los viajeros y ofrece una excusa para contaminar sin producir resultados viables. Muchos apuntan a la intensificación de los incendios forestales en el oeste estadounidense, que quemaron bosques plantados con fondos de dichas campañas de compensación, como metáfora de la ineficiencia de estas.
“Sería mejor que la gente volara sin compensaciones, pero siendo consciente de la contaminación que se genera con cada vuelo, en vez de pensar que lograron contrarrestar el problema con plata’”, resumió Granett. La mujer inició la causa de Flight Free USA después de leer un artículo en 2019 sobre un grupo en Suecia que se comprometía a romper el hábito de viajar en avión.
La vergüenza de volar se globaliza
Posiblemente no haya ningún país en la tierra con más activistas contra los vuelos que Suecia, donde para 2020, ya habían más de 15.000 personas que habían firmado un compromiso nacional de viajar sin volar durante al menos un año. La organización sin fines de lucro detrás de ese movimiento, We Stay on the Ground, actualmente está recaudando fondos y espera obtener 100.000 firmantes en los próximos años.
Un ejemplo al alcance de muchos es la sueca Greta Thunberg, una joven activista que en 2019 decidió navegar en un velero a través del Atlántico para llegar a las Naciones Unidas en Estados Unidos, en lugar de viajar en avión. De hecho, los suecos inventaron la palabra flygskam para describir la vergüenza asociada con volar.
“Mucha gente piensa que lo que hacés como individuo no importa. Pero la cuestión es que lo que hacemos como individuos afecta a todos los que nos rodean y es a solo a partir de estas acciones individuales que pueden cambiarse las normas”, señaló Maja Rosén, de 41 años, presidenta de We Stay on the Ground, que dejó de volar en 2008, vive en Suecia y usa al tren como principal medio de transporte.
La organización de We Stay on the Ground fue a su vez una fuente de inspiración para los posteriores movimientos Flight Free en Gran Bretaña y Australia, así como Flight Free USA. Actualmente existe una red global de más de 150 organizaciones que promueven alternativas a los viajes aéreos. Otros ejemplos de fundaciones relacionadas con esta problemática son Stay Grounded, fundada en 2016, con sede en Austria; y Byway, una empresa británica que nació durante el confinamiento por la pandemia del COVID-19, cuyo fin es planificar itinerarios de viajes sin vuelos por toda Europa.
“Hay tantos lugares hermosos alrededor del mundo… pero ¿queremos visitarlos y destruirlos al mismo tiempo?”, planteó Anne Kretzschmar, que vive en Colonia, Alemania, y dirige el Proyecto de reencuadre de Stay Grounded, enfocado en combatir el lavado verde, una práctica en la que las organizaciones se presentan a sí mismas como más ecológicas de lo que realmente son.
La joven de 31 años elige viajar en tren, en bicicleta, a pie, y ocasionalmente en ferry. Dice que, aunque le encantaría conocer un sinfín de lugares, no quiere contribuir a las fuerzas que están causando desastres ambientales. “Hoy vemos cosas absurdas, como personas que vuelan para ver los arrecifes de coral antes de morir. La paradoja es que volando contribuyen al cambio climático, el principal responsable de la muerte de los arrecifes”.
Por su parte, las aerolíneas están asumiendo compromisos para lograr vuelos más sostenibles, y alcanzar -en el plazo de las próximas tres décadas- metas de emisiones cero, a través del reemplazo de los combustibles tradicionales, por combustibles alternativos, y energía eléctrica. En un comunicado, Airlines for America, una asociación comercial que cabildea en nombre de las aerolíneas aseguró que la industria de las aeronaves está trabajando en conjunto con el gobierno estadounidense para reducir su huella.
Los activistas dicen que el progreso de las empresas de las aerolíneas no es lo suficientemente rápido como para contrarrestar la situación crítica en la que se encuentra el planeta por el cambio climático, y, con sus acciones, presionan para que los viajeros frecuentes ponderen la posibilidad de cambiar -al menos en una menor medida- sus hábitos.
“Tenemos varios clientes estadounidenses que vuelan a Europa, pero una vez ahí los ayudamos a transportarse y conocer lugares durante dos semanas, a través de varios países del continente, usando trenes con camas”, indicó Cat Jones, fundadora y directora ejecutiva de Byway. La mujer asegura que esta alternativa de transporte habilita una forma de viaje lenta en la que es las experiencias se pueden absorber de otra manera.
Castrgano asegura que no dudaría en subirse a bordo de un barco como el que usó Thunberg en su travesía a través del Atlántico, si estos empezarán a estar más disponibles. “Me encantaría visitar todos los lugares del mundo como Greta, subiéndome a un barco”.
Recortar, pero no a cero
Will y Claire Stedden, una pareja de treintañeros de Wisconsin, adoptaron un enfoque un poco más laxo. Sin dejar los aviones, concientizaron su uso. Su próximo viaje en avión no es hasta dentro de algunos varios años. Los jóvenes mencionan a Take the Jump, un sitio web dedicado a compartir cuáles son los cambios simples que todos podemos implementar para combatir el cambio climático. Para hacerlo se vale de investigaciones científicas que demuestran que los viajeros pueden mantenerse sostenibles limitando los vuelos de larga distancia a una vez cada ocho años, y los viajes nacionales a una vez cada tres años.
Habiendo ya cumplido tres años libres de vuelos, planean esperar la cuota de cinco más para volver a viajar a Europa. En el mientras tanto se divierten haciendo crónicas de sus viajes en bicicleta y tren dentro del país. Ambos dan fe de que, al ser menos recurrentes, cuando se dan la chance de realizar largas distancias, los viajes cobran otro sabor, se disfrutan más.
“Tendemos a pensar que volar a donde queremos, en cualquier momento, y en un abrir y cerrar de ojos es normal”, indica Castrgano y concluye: “Si dejás de pensar en los vuelos aéreos como parte de la normalidad, empezás a pensar en términos de lugares a los que realmente querés ir”.
Rosén, por su parte, dijo que el cambio al transporte terrestre también la ayudó a redefinir sus viajes. “Necesitamos pensar en lo que realmente queremos de nuestras vacaciones y por qué tenemos que ir tan lejos para conseguirlo”, reflexionó en voz alta. Mucha gente que hace el compromiso de no volar hace énfasis en que no volvería a los aviones porque, una vez que viajás en tren, el viaje en sí mismo se convierte en parte de la aventura”.
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