Por qué no aumentan las exportaciones de la industria
La industria argentina no exporta lo suficiente para que con las divisas así logradas sean pagadas las importaciones de máquinas, equipos e insumos que requiere, por lo que la expansión de su actividad depende de las divisas que aporta el agro, que no son suficientes para generar un crecimiento sustentable de la actividad económica. Por eso es necesario que la industria logre aumentar sustancialmente sus exportaciones de sus bajos niveles actuales.
Las exportaciones industriales argentinas, o manufacturas de origen industrial (MOI), según la nomenclatura del Indec, se han mantenido estancadas en los últimos años. En 2010, se exportó MOI por valor de 23.816 millones de dólares, mientras que en 2023, las exportaciones industriales cayeron a 20.655 millones de dólares (-13,3%). El promedio de ese período fue de 21.543 millones de dólares. La participación de las MOI en el total de las exportaciones argentinas cayó de 34,9% a 30,9% entre esos años, siendo el promedio de 31,2%.
Generalmente, se ha atribuido a las empresas industriales argentinas poca inclinación exportadora, al contrario de lo que ocurre con el sector agropecuario y el de la agroindustria. Sin embargo, no todo es culpa de ellas. Las exportaciones industriales se planifican y concretan en plazos más prolongados que los commodities, y para eso se necesita estabilidad en las variables económicas y en las reglas de juego. Desde 2010, el dólar real para poder exportar, descontada la inflación de la Argentina y de Estados Unidos, tuvo fuertes oscilaciones, con una diferencia de 60% entre sus valores mínimo y máximo. Bruscas devaluaciones, seguidas al poco tiempo por aumentos en los costos hacen que sea muy difícil fijar los precios de exportación. Cuesta mucho tiempo y esfuerzo a una empresa conseguir un cliente para después perderlo por factores ajenos a su propia eficiencia.
Otro factor que dificulta las exportaciones es la carga impositiva, que según la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa) implica que se exporten impuestos equivalentes al 22% del valor de la producción, frente a Brasil que exporta 7% y México, 0%. A esto se suma una legislación laboral anacrónica y poco flexible que impide mejorar la productividad.
Pero por el lado de las empresas industriales existen muchas asignaturas pendientes. Salvo excepciones, la mayoría se encuentran cómodas gozando de una elevada protección arancelaria y paraarancelaria en un mercado limitado, que no estimula la competencia ni la eficacia, sin economías de escala y con poca incorporación de tecnología, lo que termina perjudicando a los consumidores.
La oposición a la apertura comercial con el argumento sindical de que se pierden fuentes de trabajo, se contrapone a las ventajas para los trabajadores que se generarían si las empresas invirtieran para expandir sus exportaciones. Obviamente, abrir la economía implica un riesgo dada la volatilidad que experimentaron en el pasado las variables macroeconómicas. Por eso es necesario que la inflación baje, pero con los instrumentos macroeconómicos apropiados y no recurriendo al “ancla cambiaria”, para lograr un tipo de cambio competitivo pero estable, que permita planificar las actividades de los exportadores industriales. Esto posibilitaría bajar los elevados aranceles de importación y eliminar las medidas paraarancelarias, para tener un mercado más competitivo sin afectar significativamente a las empresas en sus ventas en el mercado interno.