El discurso de Alberto Fernández describió un país que no existe.Se podría resumir así: "Todos los éxitos son míos y todos los fracasos son de Macri". Un país de mentiras que tal vez solo habita en la cabeza de Cristina Kirchner, porque ni Alberto se cree lo que dijo. Alguna vez le comenté que Alberto era menos de lo mismo que Cristina. Hoy terminó de adoptar la totalidad de sus obsesiones, pero le falta energía y capacidad de comunicación. La larga perorata, monocorde, llena de furcios parecía retratar el "País del Nomeacuerdo" de María Elena Walsh. ¿Se acuerda? "Doy tres pasitos y me pierdo. Un pasito para atrás y no doy ninguno más, porque ya me olvidé/ donde puse el otro pie". Alberto no se acuerda o peor aún no quiere acordarse de que fue el crítico más feroz de Cristina básicamente por hacer lo que ahora Él repite como eje de su gobierno. El cinismo y la hipocresía es lo único que los une. Y el pacto de impunidad para Cristina a cambio del sillón de Rivadavia.
Por un lado, intenta jugar al poeta y decir que quiere plantar una semilla de unidad nacional y por el otro, ataca en forma salvaje y despiadada a los jueces, los medios y la oposición.
¿Esa es la unidad nacional que quiere Cristina? ¿Ese es el país en que Alberto sueña vivir? Todos unidos triunfaremos pero sin los jueces, los periodistas y los opositores. Su delirio antidemocrático potencia la grieta.Propone la monarquía de la reina Cristina, lejos de un estado republicano. Un territorio nacional convertido en una Unidad Básica denominada "Cristina eterna e impune". Alberto hoy en el Congreso humilló a gran parte de los argentinos.
A los jueces, les mojó la oreja una y otra vez y los desafió con fiereza. La primera falsedad que dijo fue que sus críticas a la Corte Suprema y a la Justicia en general no eran por rencor ni para favorecer a nadie. Bad information. Estaba sentada a su lado la persona a la que quiere favorecer: Cristina. Un diputado le gritó: "Lázaro Báez", y con eso dijo todo. Megacorrupción de estado, cleptocracia al palo, los K fueron los gobiernos que por más tiempo le robaron más dinero al pueblo. Dijo que los jueces y fiscales viven al margen del sistema republicano con sus privilegios como no pagar impuesto a las ganancias. De los miembros de la Corte dijo que es imposible conseguir su declaración jurada de bienes. Sin nombrarla, embistió contra Elena Highton de Nolasco, la gran amiga de su socia, la ministra Marcela Losardo, cuando habló de los que se quedan en el máximo tribunal más allá del tope de edad. También les tiró misiles a Carlos Stornelli y Gustavo Hornos. Sobre el fiscal dijo que los grandes medios ocultan que está procesado por espionaje ilegal y extorsión y no se le aplica la doctrina de la detención preventiva. El Presidente acusó sin pruebas y en claro apriete a un fiscal: aseguró que hoy existe un sistema perverso y extorsivo.
Al juez Hornos le recriminó que haya visitado al expresidente Macri en la Casa Rosada, antes de fallos importante contra Cristina. Fue duro contra las decisiones de la Corte en los casos de los jueces Bertuzzi y Bruglia y habló de causas con "arrepentidos bien pagos". Alberto, fiel a la escuela de Néstor y Cristina violó reiteradamente la Constitución y la división de poderes. Y anunció que va a enviar varias leyes al Congreso. Esos proyectos fueron aportes de la Comisión Beraldi, llamada así porque fue integrada por el abogado de Cristina. Todo muy plural y equitativo. Entre otras ideas, dijo que va a reformular al Consejo de la Magistratura, reducir la injerencia de la Corte e instaurar los juicios por jurados populares, para los delitos graves, para que no decidan "jueces aislados que hacen de la ley lo que les plazca". Textual.
A los opositores, encabezados por Mauricio Macri, Alberto les reservó una querella criminal que ya ordenó por el préstamo del FMI y por lo que caracterizó como "la mayor administración fraudulenta y malversación de caudales públicos de la historia". Como puede verse, el plan de impunidad para Cristina es solo una cara de la moneda. La otra cara es la venganza contra opositores, jueces, fiscales y periodistas. Van a intentar meter preso a Mauricio Macri y a los que negociaron con el Fondo. Si logran elegir el juez correcto, alguno con la camiseta de justicia legítima, tal vez lo consigan. Lo van a relatar como el castigo a los que fugaron los capitales que el país recibió del FMI.
A los medios, Alberto les reserva últimamente el rol de articulador y difusor de todo esto. "Las críticas arteras templan mi espíritu", dijo sacando pecho, aunque aseguró estar harto de "las condenas mediáticas espontáneas". En el país del Nomeacuerdo, Alberto recorría canales y diarios para hablar pestes de Cristina. Le dijo las cosas más terribles que ni los opositores más duros se atrevieron a decirle. Le dijo patética, deplorable y sicópata. Se puede googlear.
A este Alberto casi, casi que lo bautizó Cristina. Alberto es el presidente que no preside. El más alto funcionario que no funciona. Hoy hizo el balance de un desgobierno que produjo una verdadera catástrofe sanitaria, económica, moral e institucional. No hay un solo indicador que haya mejorado. Los opositores en las redes sociales instalaron el hashtag "#el peor gobierno de la historia".
Pepe Nun, poco antes de morir, dijo en LA NACION, que "Cristina es la presidenta de facto". Pero lo más grave es lo que ha dicho Eduardo Duhalde. Nadie puede acusarlo de gorila ni de oligarca. Es peronista y vacunado vip con toda su familia. Duhalde no anduvo con eufemismos. El expresidente, exgobernador y exíntimo asesor de Alberto fue demoledor: "El Presidente no está en su sano juicio". Eso dijo. Sostiene hace tiempo que Alberto, acosado por Cristina y por su propia ineficiencia, está "groggy", sin reacción, contra las cuerdas, tambaleante y se parece cada vez más a Fernando de la Rúa.
El filósofo Miguel Wiñazki lo dijo casi poéticamente: "Alberto Fernández ejerce un poder que no tiene. Dice lo que no hace. Hace lo que no dice. Descubre lo que no ocurre y ocurre lo que no dice".
Los resultados puros y duros hablan de un fracaso patético, prácticamente en todos los rubros. Dijo que había que elegir entre la salud y la economía y chocó las dos.
Alberto fue incapaz de pronunciar alguna crítica, aunque sea suave, de la narcodictadura de Maduro en Venezuela, pero se llenó la boca con los Derechos Humanos. Se sacó de encima la responsabilidad por la poca firmeza de muchos jueces ante la violencia de género y los femicidios. En realidad, el jefe de la justicia cristinista, el doctor Eugenio Zaffaroni, es el responsable de la escuela del falso garantismo y de algunos fallos aberrantes que beneficiaron a violadores. El más recordado, el "caso Tiraboschi" fue porque el delito se había cometido con la luz apagada y con penetración bucal a una nenita de ocho años. Si hay un emblema de la actitud favorable a los violadores en la Argentina es el doctor Zaffaroni, que ahora propone puebladas contra la Corte y define a la libertad de prensa como "terrorismo mediático". Es el líder espiritual de las excarcelaciones exprés y de la falta de empatía con todo tipo de víctimas de delitos.
Como si tanta falsedad fuera poco, el Presidente en cadena nacional inventó descaradamente muchos números de la economía.
Casi, casi que lo bautizó Cristina. Alberto es el presidente que no preside. El más alto funcionario que no funciona. Es el balance de un desgobierno que produjo una verdadera catástrofe sanitaria, económica, moral e institucional. No hay un solo indicador que haya mejorado. Los opositores en las redes sociales instalaron el hashtag "#el peor gobierno de la historia".
Pepe Nun, poco antes de morir, dijo que "Cristina es la presidenta de facto Miguel Wiñazki, filósofo y compañero de radio Mitre lo dijo casi poéticamente: "Alberto Fernández ejerce un poder que no tiene. Dice lo que no hace. Hace lo que no dice. Descubre lo que no ocurre y ocurre lo que no dice".
Los resultados puros y duros hablan de un fracaso patético, prácticamente en todos los rubros. Dijo que había que elegir entre la salud y la economía y chocó las dos.
Hablaba de unidad nacional y de cerrar la grieta, mientras les tiraba dinamita a los que no piensan ni actúan como él. Este fin de semana, la lucidez del colega Carlos Pagni explicó por qué esto debilita en lugar de fortalecer, a Alberto Fernández. Sostiene Pagni, con razón, que para autoritario y negacionista, está el original que es Cristina. Si Alberto se convierte en una mala copia de Cristina pierde la razón por la que fue convocado, para que sea distinto y trate de engañar a los sectores medios. Para atacar a la Justicia, el periodismo la oposición, mejor el modelo original: Cristina.
Alberto prometió mucho pero no cumplió casi nada de lo que había prometido antes. Entonaba cantos de unidad mientras disparaba amenazas. Un Alberto auténtico. "Un pasito para allí, no recuerdo si lo di/ Un pasito para allá, ay que miedo que me da".
Alberto vive en El País del Nomeacuerdo, que solo existe en la mente de Cristina. Así nos va. Y así nos irá.
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