Vacunas: nuestra grieta es moral, no científica
Uno de los debates que florecieron como consecuencia de la lucha que lleva el mundo contra la pandemia se dio alrededor de la aceptación de las vacunas o de determinadas vacunas. Una discusión que, por suerte y por contar con una larga tradición vacunadora, no se está dando masivamente en la Argentina. Algunos ejemplos:
Estados Unidos: la religión antivacunas
Según informó The New York Times días atrás, en Estados Unidos “hay unos 41 millones de adultos evangélicos blancos. Cerca del 45 por ciento de ellos dijo a finales de febrero que no se vacunaría contra la Covid-19, lo que los convierte en uno de los grupos demográficos menos propensos a hacerlo, según el Centro de Investigación Pew”. En un país productor de vacunas, con laboratorios que están trabajando contra reloj para abastecer al estado y al mercado para vacunar a la mayor cantidad de personas, con un número significativo de inoculados que hoy alcanza los 170 millones, tener un grupo tan grande que se niegue a recibir la vacuna es un problema grave y que pone en alerta a las autoridades. Según Jamie Aten, fundador y director ejecutivo del Instituto de Desastres Humanitarios del Wheaton College: “Si no conseguimos que un número significativo de evangélicos blancos se den cuenta de esto, la pandemia va a durar mucho más de lo necesario”.
España: polémica regional por la trombosis
En España el debate se da regionalizado y apunta a la desconfianza sobre una sola vacuna: la de AstraZeneca. “Todas las vacunas son seguras y eficaces y cuentan con el aval de la Agencia Europea del Medicamento”, ha insistido la ministra de sanidad Carolina Darias, quien ha destacado que el rechazo de la población a la vacuna de AstraZeneca “es muy desigual” dependiendo de cada comunidad autónoma, según cuenta La Vanguardia el último sábado. La Comunidad de Madrid ha asegurado que el 70% de las personas encuestadas se han negado a vacunarse con dosis de esta farmacéutica (AstraZeneca). Por su parte, la Junta de Andalucía asegura que los rechazos a AstraZeneca son en torno al 20%; en Euskadi se han administrado todas las dosis de AstraZeneca de las que se disponía y en La Rioja, el rechazo es residual (3%).Todo esto a pesar de que, según el último informe del Ministerio de Sanidad, hasta el momento se han inyectado 2.388.522 dosis de AstraZeneca y sobre cada millón de vacunados solo se registran cinco casos de trombosis, una consecuencia sanitaria que puso en debate a toda Europa alrededor de este fármaco.
Chile: revertir la confianza
Chile, que se encuentra entre los países que mayor porcentaje de su población lleva vacunados, se enfrentó al comienzo de la campaña con un considerable escepticismo sobre los resultados de las vacunas. Así lo reveló en diciembre la encuesta Criteria, señalando que solo un 37% de la población se manifiesta completamente dispuesta a vacunarse en caso de vacunas certificadas, un 37% dice estar “algo dispuesto”, y un 27% “nada dispuesto”. Entre las razones esgrimidas en la encuesta destacan la desconfianza general hacia la vacuna; expectativa por más estudios que den cuenta de su efectividad, el temor por no ser 100% efectiva, la velocidad con la que produjeron la vacuna, posibles efectos secundarios, y pensamientos anti-vacunas, según relata La Tercera. Desconfianza que fue mermando a medida que avanzaba la vacunación, sin embargo, las declaraciones recientes de Gao Fu, director de la agencia china de control de enfermedades, donde oficialmente reconoce la debilidad de las vacunas chinas, puede poner en alerta nuevamente a ese sector de la población trasandina.
Las vacunas chinas se aplican en 22 países, Chile y Argentina entre ellos, y ya la recibieron 62 millones de personas.
Argentina: la grieta moral
Ahora bien, en nuestro país estos debates no se dan masivamente porque contamos con una cultura a favor de las vacunas, de hecho, contamos con uno de los calendarios de vacunación obligatorio más abarcador y cumplible del mundo, creemos en las vacunas y los movimientos antivacunas son minúsculos y muy rechazados socialmente. A sus voceros les cuesta hacerse un lugar en la agenda pública y su mensaje no prospera.
Contando con ese respaldo hacia la ciencia, las vacunas son quizás uno de los hechos científicos con mayor éxito comprobado, en nuestro país el debate sobre el plan de vacunación pasa por otro lado; no se da por la calidad y eficacia de los fármacos, sino que se convirtió en una discusión moral sobre la mentira, el delito y la ineficiencia, que enoja a una parte de la sociedad y fanatiza a otra.
El gobierno nacional no supo aprovechar ese respaldo generalizado al conocimiento y con su accionar abrió grietas en la sociedad respecto de un tema que no nos separaba. El mismo presidente, Alberto Fernández, banalizó el debate al señalar: “Me acusaron de envenenar a la gente y ahora me piden veneno para todos”, respecto de la vacuna Sputnik V. Cuando en realidad el debate se daba ante la falta de información y de aprobación de parte de autoridades de regulación internacionales. De hecho, aún ni la EMA (Europa) ni la FDA (EE.UU.) aprobaron su uso, lo que habla bien de nosotros, aceptamos las vacunas si están bien respaldadas, queremos información científica, no anuncios periodísticos. Pero el gobierno no lo entendió así.
La gente que se rebela lo hace por el anuncio de un plan de vacunación masivo que no se cumplió, por el deterioro de la palabra oficial por tantas comparaciones odiosas, pronósticos no cumplidos y todo un discurso falaz alrededor del tema vacunas, la falta de transparencia e información en los contratos, los interrogantes alrededor de Pfizer, la utilización de militantes de La Cámpora para promover las vacunas y, sobre todo, el escándalo del Vacunatorio Vip, que habilitó el acceso privilegiado de funcionarios y allegados a las vacunas que pertenecían a grupos de riesgo.
Este mal humor social se vio reflejado en una encuesta reciente de Jorge Giacobbe, que señala como un síntoma positivo que “la sociedad argentina no haya perdido su capacidad de indignarse” ya que el 65,5% de los argentinos señalan que se trata de una vergüenza lo que sucedió con las vacunas VIP. A esto se le suma que cuando se les consultó sobre quiénes son los que deben renunciar por estos hechos, se contestó en un 75,7% todos los que fueron vacunados irregularmente.
Un error grave del Presidente fue no despedir a todos los funcionarios que participaron del Vacunatorio Vip, eso genera que, por ejemplo, que cada vez que el procurador del tesoro, Carlos Zannini, se expida en algo inherente a su función, observemos antes que se trata de una persona que aprovechando su situación de poder se vacunó junto con su esposa, haciéndose de pasar por médico. Lo que decida como funcionario pierde sentido, porque esa acción por sí sola lo desacredita. Esto podría extenderse a varios funcionarios más, ni más ni menos que a la ministra de salud, Carla Vizzotti, o al ministro de hacienda, Martín Guzmán.
Estas cosas forjaron nuestra propia grieta alrededor de las vacunas, que es moral pero no es científica. Lo más importante lo teníamos resuelto: la confianza en la ciencia. La corrupción, la negligencia, el error, el egoísmo político, la falta de visión para comprender que esta gesta era de todos y no solo del partido de gobierno, nos metió en una grieta que hoy influye negativamente generando suspicacia en el lento, polémico y confuso plan de vacunación contra el Covid.