La competitividad global
Por Jeffrey D. Sachs Para LA NACION
CAMBRIDGE, Massachusetts.- Este mes, el Foro Económico Mundial y el Centro para el Desarrollo Internacional, de Harvard, publicaron el Informe de competitividad global para 2001. Finlandia, los Estados Unidos y Canadá ocuparon los primeros tres puestos entre los 75 países analizados; los últimos tres correspondieron a Nicaragua, Nigeria y Zimbabwe. (En www.weforum.com puede verse la clasificación completa.) En mi carácter de codirector de este estudio anual, a menudo me preguntan qué significa realmente "competitividad". Los países, ¿en verdad compiten en el plano económico del modo en que lo hacen en el militar? ¿Tiene sentido decir que Finlandia es más competitiva que, por ejemplo, Alemania o Italia?
Para los fines de nuestro informe, definimos la competitividad en términos precisos: es la capacidad de un país de lograr un desarrollo económico sostenido en el mediano plazo (cinco años). No queremos decir con esto que la competitividad de un país implique la falta de competitividad de otro. Con mejores políticas, todas las naciones del mundo podrían incrementar su desarrollo en forma simultánea. Pero sí tiene sentido clasificarlas por su capacidad de crecimiento. A cada una le interesa saber si sus políticas e instituciones son comparables a las de otras naciones, en cuanto a su capacidad de lograr un crecimiento económico sostenido.
Ciertos aspectos del crecimiento se asemejan a esa competencia cabeza a cabeza en que un país o región pueden avanzar a costa de otros. Los países compiten por un capital internacionalmente móvil. Cuantas más inversiones extranjeras directas cosecha un país, tantas menos podrá atraer otro. Esto salta a la vista cuando los países compiten por un mismo proyecto de inversión. Cuando Intel se propone construir una nueva planta de semiconductores, llama a licitación en varios países. La feroz puja por atraer el proyecto suele incluir rebajas tributarias, compromisos respecto de la infraestructura y hasta promesas sobre el plan de estudios de la carrera de ingeniería en la universidad local.
Este año, determinamos la competitividad de un país (es decir, su capacidad de crecimiento) basándonos en tres criterios amplios: tecnología, instituciones públicas y estabilidad macroeconómica. Creamos índices en cada categoría y calculamos sus promedios de manera tal que resultara un índice general de competitividad para el crecimiento.
- Tecnología: se refiere a la capacidad de un país de estimular nuevas inversiones y adoptar tecnologías inventadas en el extranjero. Algunos países, como los Estados Unidos, Japón, Corea, Israel y Suecia, invierten mucho en investigación y desarrollo, y obtienen así altos puntajes en innovación. Otros, como la Argentina y Brasil, invierten menos en esos rubros y, por ende, logran poco en materia de nuevos productos y procesos. Los innovadores disfrutan de un alto nivel de prosperidad, fruto de sus innovaciones. Aquí van a la cabeza los Estados Unidos, Canadá y Finlandia, en ese orden.
- Instituciones públicas: concierne a la calidad del gobierno. ¿Hay una corrupción generalizada? Los jueces, ¿son honestos e imparciales en sus fallos? ¿Se puede confiar en que los gobiernos cumplirán sus compromisos hasta el fin? Los países cuyas instituciones públicas funcionan bien alcanzan mayores puntajes que aquellos infestados de corruptelas y jueces deshonestos. Las normas éticas elevadas promueven un mejor desempeño económico. En esto, Europa del Norte se halla en la cima del mundo: en Finlandia, Islandia y Dinamarca la corrupción se considera casi inexistente.
- Estabilidad macroeconómica: alude a la ausencia de inflación, el equilibrio presupuestario, una tasa cambiaria con valores realistas, la capacidad del gobierno y las empresas de obtener préstamos en el mercado, y un alto grado de confianza en que el gobierno cumplirá sus obligaciones financieras. En la última década, hemos aprendido que aun con empresas internacionalmente competitivas, una crisis macroeconómica puede hacer descarrilar el crecimiento económico; así ocurrió en la mayor parte de Asia a fines de los años 90. Conforme a este criterio, los puntajes máximos correspondieron a Singapur, Irlanda y Suiza.
Creatividad y excelencia
En nuestros estudios de competitividad, advertimos que la economía mundial puede dividirse en dos categorías de países: los innovadores y los no innovadores. Apenas una veintena de los países del mundo son creadores activos de invenciones nuevas. Tienden a figurar entre los más ricos y, para mantener una competitividad constante, necesitan un sistema de innovación tecnológica excelente.
Las universidades deben ser excelentes; los laboratorios estatales, de primer nivel mundial; el gobierno y la industria deben hacer fuertes inversiones en investigación y desarrollo. En estas economías, un determinante clave del crecimiento futuro es el porcentaje de egresados del secundario que cursan estudios superiores. En Canadá y los Estados Unidos, hoy ronda el 80 por ciento.
Entre los países "no innovadores", la tecnología sigue siendo importante, pero la mayor parte de las tecnologías nuevas se importan, en vez de inventarlas en el país. Algunas de estas naciones son buenas importadoras de tecnologías nuevas; otras, no. Desde hace diez años, o más, bastantes tecnologías importadas ingresaron dentro del contexto de inversiones extranjeras directas. Las compañías norteamericanas que invirtieron fuertes sumas en México o las taiwanesas que lo hicieron en China continental llevaron consigo nuevas tecnologías que mejoraron la eficiencia productiva de la economía anfitriona. Por ende, tenía sentido que los países compitieran enérgicamente por esos inversores: ofrecían no sólo capital, sino también tecnologías novedosas.
Nuestro análisis de competitividad no se centra en los doce o veinticuatro meses próximos, sino en el mediano plazo. Esto es, a la vez, una virtud y un defecto. Nuestros puntajes no sirven para evaluar condiciones cíclicas a corto plazo en una economía, pero sí permiten vislumbrar las perspectivas a mayores plazos de las economías principales. Resulta irónico, pues, que muchos de los países líderes de este año (se entiende, en competitividad), como los Estados Unidos y Singapur, estén en recesión, mientras que otros en puestos inferiores, como China (39°) escaparán de la recesión global.
Si bien existe cierto nexo entre los ataques terroristas del 11 de septiembre y la desaceleración, resulta casi obvio que la economía norteamericana y otras vinculadas con ella por redes comerciales y de producción ya se deslizaban hacia una recesión antes de septiembre. Aun así, nuestra mejor conjetura es que esta depresión cíclica será temporaria y, de aquí a cinco años, los Estados Unidos seguirán manifestando una fuerte capacidad de crecimiento económico. © Project Syndicate