Mundstock y el futuro de Les Luthiers: ¿podrían seguir sin miembros originales?
Marcos Mundstock es uno de los miembros fundacionales de la genial agrupación de humor y música Les Luthiers , que se prepara para ir de gira a España. A la vuelta se presentarán en el Gran Rex con la tercera temporada de Gran Reserva. Además, participarán a fines de marzo del Congreso de la Lengua, en Córdoba. El hombre fuerte de Les Luthiers contesta aquí el Cuestionario Sehinkman .
–Todo pudo haber empezado con la siguiente frase, dicha por determinado sujeto, a sus 4 años: "Ahí llevan cueros para hacer vacas".
–(Risas) Vos sabés que esa frase fue cierta y la dije tal cual, pero no fue con ninguna intención humorística. Yo había visto en una Billiken de mi hermana mayor una foto de un saladero con los cueros colgando, y cuando vi pasar un camión de cueros, pensé sinceramente que llevaban cueros para hacer vacas, no quise ser gracioso.
–Se recuerda ese gran chiste involuntario como el primero de tu vida, el que preanunciaba al que después serías.
–¿Cuándo descubro que puedo hacer reír? No lo sé, aunque hay un hecho: yo fui al colegio idish, al I. L. Peretz, y ya mostraba cierta predisposición a la actuación. A mis 8 años hubo una función donde el personaje central era el maestro, que entraba y nos sorprendía durmiendo junto a otro pibe. Yo le tenía que decir en idish: "Jaime, ¿estás durmiendo?". Y cuando lo dije, hubo una carcajada en la sala. ¿Qué pasó acá? Descubrí un cierto poder que tenía que ver con las forma, la manera, de decir la frase. Años después empezaría a reivindicar mis comienzos como actor infantil en el colegio idish.
–¿A qué te referís con "reivindicar mis comienzos"?
–Le iba a decir a usted, licenciado (se ríe). Es curioso cómo habiendo luchado durante años por tener carreras más sólidas, muchos años después y ya siendo un humorista y actor de cierto prestigio, empecé a darme cuenta de que en realidad lo que me salió fácil de entrada a los 8 años era eso.
–Defíní "eso".
–Esa capacidad de actuar. Se ve que era bueno el pibe, o sea, yo.
–Evidentemente.
–Después de unos años dije: "Mirá vos, si me salía más o menos fácil, ¿para qué di tantas vueltas en la vida?" Me tendría que recostar en el diván (se ríe). No quería ese camino, entonces fui, estudié Locución, Ingeniería, iba con los libros abajo del brazo y pasaban años sin que metiera una materia. Estaba muy angustiado con qué sería de mi futuro. Y el grupo era una picardía de integrantes del coro. Tardé en conectar que eso era una cosa mía que la tenía desde el principio y que me salía de manera espontánea y fácil.
–López Puccio contó, en una entrevista que les hizo Pablo Sirvén, que una de las razones por las cuales ustedes fueron a terapia de grupo con Fernando Ulloa fue porque se estaba por morir Gerardo Masana (N.de la R: falleció en 1973). Entonces, López Puccio dijo: "Gerardo era el padre. Y Marcos era la madre". Y vos agregaste: "Yo no estoy desde el minuto 1, estoy desde el menos 3. Mastropiero, el personaje, lo escribí en el 61". Y se te escuchaba muy orgulloso. ¿Cuál es la importancia para vos de lo fundacional?
–Siento que ayudándolo al Flaco (Masana) inventamos a Les Luthiers. "Inventar" por ahí no es la palabra. Por ahí es "iniciamos" y le dimos ciertos cánones estilísticos que creo que fueron parte del éxito. No se puede decir cualquier texto, no se puede tocar cualquier música, no se puede hacer cualquier sketch. Hubo una especie de buen gusto en la semilla inicial.
–¿Podrá haber el día de mañana Les Luthiers sin la formación original o incluso varias compañías con el mismo espectáculo en ciudades diferentes, como Cirque du Soleil?
–En principio, no. Inventar un espectáculo para otra gente, tomar un repertorio, elegirlo, aggiornarlo, enseñarlo y dirigirlo sería más laburo que subirse a laburar. Los nuevos que están con nosotros, que son tres, son fantásticos. Pasaron unos castings feroces que ninguno de nosotros hubiera pasado. Pero yo no sé qué pasaría si ellos salen a hacer un espectáculo nuestro. Tienen todas las condiciones menos… Necesitan que uno les diga "bueno, ahora vamos a hacer José Duval" o "vamos a hacer Don Rodrigo". Y decirles cómo es la clave, los secretos.
–O sea que no va a haber Les Luthiers sin, al menos, algunos de los originales.
–Tampoco me atrevería a decir que no. Por ahí se ponen las pilas y resulta que son mejores que nosotros en inventar un espectáculo. Yo no tendría ningún inconveniente en prestarles el nombre, previo médico… módico pago… –¡médico, mirá!– Módico pago de una cifra por derechos de autor y que hagan nuestro repertorio.
–Qué fallidito, "previo médico". ¿Qué te pasa en el pecho cuando hablamos de esto, del retiro?
–Y, mirá: estamos grandes. Una mente más o menos lógica y no muy maníaca tiene que pensar que el tiempo se acaba y que el cuerpo lo mostramos muy bien y muy fuerte, pero son años.
–Alguna vez dijiste, pensando en el futuro, que te gustaría seguir con Les Luthiers todo lo que se pueda y que también disfrutás de que te llamen para hacer cine en "algún papelito".
–¡Mirá que modesto lo del "papelito"!
–Vos usaste el diminutivo.
–(Se ríe) Yo hice incursiones cortas y muy pequeñas en películas cuando me ofrecieron algo que me gustó. Pero ahora en mayo se va a estrenar una película de Campanella, El juego de las comadrejas, en la cual soy uno de los cuatro protagonistas. Es un thriller de humor negro y el cuarteto protagónico lo integran Graciela Borges, Beto Brandoni, Oscar Martínez y... Marquitos Mundstock. Cuando me llamó Campanella y me contó, casi me muero de la emoción.
–Te lo pregunto como si fuera tu idishe mame: ¿por qué no me lo contaste cuando te pregunté qué estabas haciendo? ¿Por qué me hablaste de los planes de Les Luthiers y no de los tuyos?
–¿Pero vos me llamaste para preguntarme, mamá? (Risas)
–¡Es muy importante!
–Es muy groso, sí. Mirá, yo me siento un privilegiado por haber estado en el lugar y con las cualidades necesarias para inventar esta pelota monstruosa que es Les Luthiers, algo tan groso que no termino de asombrarme. Encima tuvimos y tenemos una vida muy linda, con lo que nos gusta hacer, que es humorismo. ¡Y vos con mi mamá, dejate de joder!
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