De las 45 personas que viajaban en la aeronave sobrevivieron 16, que pasaron 72 días en el sitio inhóspito y helado que así se encuentra en la actualidad
Las últimas palabras del coronel Dante Lagurara, tripulante del vuelo de la Fuerza Aérea Uruguaya 571, antes de que el Fairchild bimotor que piloteaba se estrellara el 12 de octubre de 1972 fueron: “Hemos pasado Curicó”.
La mayoría de los pasajeros eran jugadores del equipo de rugby uruguayo Old Christians y sus familiares, que viajaban desde Montevideo hasta Santiago de Chile para disputar un partido amistoso. En el momento del aviso de Lagurara, estaban atravesando la imponente cordillera de Los Andes.
Pocos minutos después la cola de la aeronave golpeó uno de los picos nevados de la cordillera, el avión se partió en dos y el fuselaje fue a parar a la mitad de una colina nevada que los vecinos del lugar conocían como el Valle de las Lágrimas. La historia pronto se volvería famosa: 16 de las 45 personas que viajaban en el avión sobrevivieron 72 días en aquel lugar inhóspito, helado, recurriendo en ocasiones a la necrofagia.
Una historia de supervivencia que se convirtió en best seller y fue adaptada para el cine, con películas como La sociedad de la nieve, del director español Juan Bayona, que se estrenó en diciembre de 2023 y narra los desafíos que tuvieron que enfrentar estos jóvenes en uno de los lugares, en ese tiempo, más aislados del planeta.
Gran parte de la narración de la película, que está nominada a los premios Oscar en la categoría de mejor cinta extranjera, ocurre en el llamado Valle de las Lágrimas: un espacio de 25 kilómetros cuadrados que en 1972 estaba completamente cubierto de nieve. Pero, en los últimos años y por cuenta del cambio climático, esta zona se transformó en un valle cubierto con una tenue capa de hierba a la que se puede acceder en caminatas turísticas.
“En el momento del accidente ellos caen sobre un glaciar, que era conocido como el Glaciar de las Lágrimas. Ese glaciar se derritió y lo que quedó fue una especie de valle”, le cuenta a BBC Mundo Juan Ulloa, guía argentino que trabaja en la zona desde hace 30 años.
Ulloa señala que el valle está ubicado del lado argentino de la cordillera, muy cerca de la frontera con Chile. “Es cierto que a apenas 20 kilómetros del lugar del siniestro había un hotel -que en ese momento no estaba abierto-, pero era muy difícil para ellos saberlo”, apunta Ulloa.
Un valle de lágrimas
El Valle de las Lágrimas es un lugar ubicado del lado argentino de la cordillera de los Andes, a unos 4000 metros de altura. Está situado entre el volcán Tinguiririca y el Cerro El Sosneado, en la llamada falda de la sierra San Hilario. Como señala Ulloa, actualmente el lugar no está bajo la nieve como en 1972, cuando ocurrió el accidente
En aquel momento, no solo estaba totalmente cubierto de hielo, sino que también existía riesgo de avalanchas, tal cual ocurrió 17 días después del accidente. Un episodio que causó la muerte de ocho personas que habían sobrevivido a la caída del avión.
“Al valle ahora se puede acceder haciendo un viaje por auto desde Mendoza hasta Malargüe (ambas en Argentina). Allí comenzamos con un recorrido de varios días para aclimatarse a la altura, hasta que llegamos a los 3.600 metros donde está la cruz”, señala Ulloa.
El valle de las Lágrimas se ve como un lugar semidesértico, con una cruz en medio de la geografía que conmemora a las personas que murieron en el lugar. De acuerdo al relato de los sobrevivientes, tiempo después del accidente, la mayoría de ellos regresaron al lugar acompañados por un sacerdote, con la idea de dar entierro a los compañeros que habían fallecido allí.
El fuselaje, que se había convertido en refugio en la tragedia de los rugbiers, fue quemado. De acuerdos los expertos aeronáuticos, esta decisión se tomó para evitar que en el futuro se presentaran confusiones con otros accidentes aéreos que pudieran ocurrir en la zona.
¿Había una ruta más corta?
Los jóvenes fueron rescatados por el ejército chileno después de que Roberto Canessa y Nando Parrado, dos de los deportistas que habían sobrevivido el accidente, hicieran una travesía de 60 kilómetros durante diez días para finalmente dar con ayuda.
La decisión de la ruta que debían tomar la tomaron con base en datos vagos y poco concretos. Ellos habían escuchado que la última ciudad por donde había pasado la aeronave era Curicó, que estaba en Chile.
Tanto Canessa como Parrado revelaron años después que en ese momento pensaba que habían dejado atrás la parte de la cordillera argentina. Sin embargo, la investigación posterior determinó que había sido una mala lectura de los sistemas de orientación lo que había causado el accidente.
Por esa razón, muchos señalaron que el destino para encontrar ayuda podría haber sido distinto: a apenas 20 kilómetros de distancia, por el lado argentino, estaban las instalaciones del hotel Termas El Sosneado. Aunque estaba cerrado por entonces, pudo haber servido de refugio.
Sin embargo, para Ulloa, la decisión que tomaron Parrado y Canessa fue la correcta con base en la información que manejaban.“He hecho varias veces ya la ruta que ellos dos hicieron en aquel entonces y me queda claro que si hubieran tomado la ruta argentina, ambos hubieran perecido porque tenía muchos más desafíos para ellos”, señala el experto.
“Esos desafíos eran abismos o caminos que les hubiera sido imposible superar”, agregó.
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