Fue un enfrentamiento singular de a caballo, con fines benéficos y el premio adicional para el ganador de llevar la copa a la cancha un día de partido
Memorables enfrentamientos conformaron la historia del polo argentino. Emotivos duelos que sacudieron su estructura formal y a sus torneos le agregaron color, calor, pasión, sentimiento. A través de los años, la Catedral de Palermo vibró al compás de El Trébol, de los Duggan y los Menditeguy, y Venado Tuerto, de los Cavanagh y los Alberdi; quedó subyugada por la prestancia de Coronel Suárez, con los Harriott y los Heguy, y el carácter de Santa Ana, con los Dorignac, Cacho Merlos y Daniel González primero y el mexicano Memo Gracida, después. Sobre el cierre del siglo XX se estremeció al ritmo de los Indios Chapaleufú de los Heguy (hermanos y primos) y La Espadaña, de los Pieres, Trotz y Carlitos Gracida. En el inicio del nuevo milenio, la Catedral celebró orgullosa la perfección alcanzada por La Dolfina de Adolfito Cambiaso y Ellerstina de la familia Pieres, junto a excepcionales jugadores quienes rotaron en ambas organizaciones. Y hace ya un par de temporadas, el Campo de Libertador y Dorrego, palpita con renovada expectativa el flamante derby de Cañuelas, el de los Cambiaso y los Castagnola, con La Natividad.
Todos clásicos inolvidables, imperecederos. Pero al polo le faltaba un superclásico… Y también lo experimentó. Fue el domingo 4 de mayo de 2003. Sí, Boca-River, River-Boca. El acontecimiento deportivo de mayor relevancia en nuestro país, las camisetas más convocantes y movilizadoras de nuestro fútbol, tuvieron su versión de a caballo, con tacos y bochas, y con un objetivo solidario.
El fuego de la rivalidad
Las lluvias registradas modificaron el espectáculo. Obligaron a postergarlo, a cambiar algunos protagonistas e incluso le restaron presencias importantes, jugadores y referentes de ambos clubes, quienes hubiesen despertado mayor interés entre el público. Mauricio Macri, presidente de la institución xeneize en aquel tiempo, y Julio Macchi, vicepresidente de los millonarios (José María Aguilar, responsable máximo se encontraba de viaje por Europa), asistieron a la presentación del evento.
Y de entrada nomás, marcaron la grieta y avivaron el fuego de la rivalidad. Apelando al humor, y adosando pizcas de ironía, Macri explicó sus razones de la postergación del duelo: “Se pospuso porque el equipo de River estaba flojo y debieron mejorarlo. Es mucho lo que pesa la historia en esto también, entonces tienen miedo de que en el polo les juegue en contra”, comentó en alusión a la paternidad que por entonces Boca ejercía sobre River. Eran tiempos en los cuales Boca ganaba los clásicos y River los campeonatos. A eso se refirió Macchi al responderle a su adversario. “Se trata de un partido y no de un torneo, porque si no ya se sabría quien lo gana”, replicó, filoso, el directivo riverplatense.
Ambos dirigentes detallaron su relación con el polo, mucho más estrecha del lado de Macri. Julio Macchi confesó no ser un habitué de los partidos, pero aseguró haber disfrutado de la última final del Argentino Abierto, la de 2002, cuando La Dolfina, vestido de Chicago, y con la barra brava del club de Mataderos en la tribuna Dorrego, superó a Indios Chapaleufú II al cabo de un accidentado partido, con dos expulsados en este último conjunto. “Me gustó La Dolfina, sé que es un tema controvertido, pero me pareció muy linda esa mezcla que hubo de algunos aspectos futbolísticos con el polo, esa alegría y esa pasión de la gente volcadas en la final”, señaló acerca de la irrupción de la hinchada verdinegra en Palermo.
Mauricio Macri solía ver los partidos e incluso estuvo dentro de la cancha. “He jugado algunas veces, en La Martona (Cañuelas), pero apenas golpeando la bocha, ni siquiera revoleando el taco. Hacía toquecitos cortos, nomás”, explicó antes de referirse a su pasado como hincha: “Cuando era chico, con 12 o 13 años, venía a ver a Santa Ana, porque era como Boca. Me gustaba ese equipo por los Dorignac (Francisco y Gastón), que eran medio camorreros. Aunque Coronel Suárez nos tenía de hijos… Y sí, sufría”, reconoció.
Los equipos y sus técnicos
El plan original de los organizadores consistía en armar dos equipos, con suplentes, y que cada uno dispusiera de minutos; que todas las figuras convocadas fuesen jugadores del mayor handicap posible y, por supuesto, hinchas de River y Boca. Salvo algún neutral, la última premisa quedó cumplida.
A River se unieron los 10 goles Adolfito Cambiaso (también simpatizante de Nueva Chicago), Marcos Heguy y Pite Merlos; los 9 Eduardo Novillo Astrada (h.), Sebastián Merlos y Javier Novillo Astrada, y los 8: Horacito Heguy y Agustín Merlos. Mientras que Boca reclutó a los 10 goles Nachi Heguy y Bautista Heguy (hincha de Estudiantes de La Plata); a los 9 Mariano Aguerre, Lolo Castagnola y Miguel Novillo Astrada, y a los 8 Gonzalo Pieres (h.), Martín Garrahan y Alejandro Díaz Alberdi.
Incluso, la organización había previsto la asistencia de los directores técnicos de ambos planteles de fútbol: el ingeniero Manuel Pellegrini, en River, (luego se anunció al Beto Alonso), asesorado por Ernesto Trotz, y Carlos Bianchi, en Boca, aconsejado por Alberto Pedro Heguy. “El DT será Bianchi. Yo sólo le he pasado una planilla con las características de nuestros polistas, mostrándole a qué jugadores de Boca se parecen”, acotó en su momento la gloria de Coronel Suárez y de los inicios de Indios Chapaleufú.
Las postergaciones por lluvia y el hecho de realizar finalmente el match un domingo impidió que los entrenadores de fútbol formasen parte del espectáculo y que los futbolistas pudieran acercarse a Palermo, ver la exhibición y apoyar a sus representantes. Obligados a reprogramar el evento, y ante la necesidad imperiosa de varios profesionales citados en un principio de cumplir con compromisos asumidos anteriormente para la fecha definitiva, el partido sufrió bajas y hubo que realizar nuevas convocatorias. Finalmente, Boca salió al campo de juego con un cuarteto de 34 goles de handicap: Bautista Heguy (10), Lucas Criado (8), Gonzalito Pieres (8) y Martín Garrahan (8). Mientras que Mariano Aguerre (9), Miguel Novillo Astrada (9) y Silvestre Donovan (8) ingresaron con el correr de los chukkers. River también empezó el encuentro con un team de 34 goles: Javier Novillo Astrada (9), Eduardo Novillo Astrada (h.) (9), Matías Mac Donough (8) y Francisco Paco de Narváez (8). En tanto, Horacito Heguy (8), Pablo Mac Donough (8) y Diego Araya (7) fueron los relevos. Gonzalo Pieres dirigió a Boca, Alex Garrahan a River y Martín Haurie, referí oficial, aplicó el reglamento.
Luego de disputar seis chukkers intensos y de desarrollo cambiante, se impuso Boca por 13 a 10. No fue una simple exhibición: el hecho de representar a Boca y a River comprometió seriamente a cada jugador y el partido tuvo poco y nada de amistoso. Los goles se celebraron con fervor y los errores provocaron hondos lamentos. Es que la mayoría de los polistas llevaban muy adentro los colores de su equipo de fútbol, y ganar o perder no daba lo mismo. Por eso el festejo de Boca en el podio se pareció mucho a uno cualquiera del Abierto. Banderas, gorros, cantos, saltos; toda demostración de alegría tuvo cabida del lado de los vencedores. El Xeneize pasó a estar 9-4 arriba en el cuarto chukker, tras encontrarse 0-3 en el segundo. Reaccionó River e igualó el tanteador en 9, gracias a un contundente 5-0 en el quinto período. Y en el último parcial, Boca retomó el control del juego y con un demoledor 4-1 se adjudicó la victoria.
La pasión por el fútbol quedó marcada en las declaraciones de los protagonistas: “La camiseta ganó sola. Se dio la lógica”, sentenció Mariano Aguerre. “¿Cuándo es la revancha?”, quiso saber Matías Mac Donough, un millonario de ley, portando orgulloso un gorrito rojiblanco en la entrega de premios. Horacito Heguy le quitó relevancia a la derrota diciendo: “Acá no importa tanto el resultado, donde vale es en el fútbol”.
Martín Garrahan tampoco ocultó su estado de ánimo: “Esta –tocándose su camiseta auriazul– va a un cuadro en la caballeriza con el nombre de los que perdieron y los nombres de los cracks de Boca que ganamos, el resultado y la fecha”. Y aprovechó la ocasión para mandarle un mensaje a los de la vereda opuesta: “Está comprobado: somos padres en todos los terrenos”. Mac Donough quería la revancha y el proyecto se puso en marcha. Pero otra vez aparecieron las lluvias y la frustraron.
Los ganadores levantaron la copa y se llevaron también un cuadro alegórico pintado por Alejandro Moy. El artista de polo posó junto a su obra y a los vencedores, a pesar de ser hincha de River. Los ingresos generados por el superclásico se destinaron a las víctimas de las inundaciones en Santa Fe. Los profesionales del polo colaboraron haciendo posible la exhibición, actuaron de modo gratuito y aportando sus propios caballos. Otros, que al final no pudieron jugar por motivos personales, como Adolfito Cambiaso y Lolo Castagnola, ayudaron comprando entradas por valor de 2000 pesos. Una cifra considerable, teniendo en cuenta que un ticket para la tribuna Dorrego lateral costaba 7 pesos, 10 pesos la Dorrego Central, 15 las plateas A y B, y 20 la platea C. Además, varios espectadores se acercaron al estadio llevando ropa y alimentos.
Un premio extra
Manuel Pereyra Iraola, responsable de la iniciativa, recordó el esfuerzo que le demandó concretar el River-Boca. “Fue el evento con más prensa de todos los que organicé. Lo cubrieron todos los medios, principalmente los que nunca publicaban información de polo”. El Tucán, como se lo conoce al relator de polo, disfrutó y también padeció. “Recuerdo que sufrí mucho con las postergaciones por las lluvias. Hubo que cambiar los equipos originales… Y de amistoso no tuvo nada, ya que uno de los premios era llevar la copa a la cancha del club ganador. Ganó Boca y fue impresionante la respuesta de la hinchada, ellos sabían que se le había ganado a River jugando al polo. Mariano Aguerre, el capitán, nunca se va a olvidar de ese momento en el medio de la Bombonera”.
Días más tarde, el Boca del polo se cobró el premio extra y concurrió a un partido nocturno en la Bombonera. Antes de iniciarse el encuentro correspondiente al campeonato local, los ganadores del superclásico de a caballo aparecieron en el campo de juego, ofrecieron el trofeo conquistado y la concurrencia los ovacionó. Mariano Aguerre, Lucas Criado, los hermanos Martín y Patricio Garrahan, acompañados por un chiquilín Nicolás Pieres, no olvidarán jamás aquellos momentos vividos. Es que ganar un superclásico es el anhelo de todo deportista y simpatizante, sea en el fútbol o en el polo, clavando la pelota en el ángulo o mandando la bocha por el medio del arco. Un partido que finalmente no tuvo revancha (por ahora).
La síntesis del superclásico
- Boca Juniors (13): Bautista Heguy, 10; Lucas Criado, 8; Gonzalo Pieres (h.), 8, y Martín Garrahan 8. Total, 34. También ingresaron Mariano Aguerre (9), Miguel Novillo Astrada (9) y Silvestre Dónovan (8). Director técnico: Gonzalo Pieres.
- River Plate (10): Javier Novillo Astrada, 9; Eduardo Novillo Astrada (h.), 9; Matías Mac Donough, 8, y Francisco de Narváez (h.), 8. Total, 34. También ingresaron Horacio Heguy (8), Pablo Mac Donough (8) y Diego Araya (7). Director técnico: Alejandro Garrahan
- Progresión: Boca, 0-2, 2-4, 6-4, 9-4, 9-9 y 13-10.
- Los tantos para Boca: Bautista Heguy, 2; Criado, 1; Pieres (h.), 3; Donovan, 4; Garrahan, 1 (de penal), y Aguerre, 2.
- Los tantos para River: Javier Novillo Astrada, 4; Matías Mac Donough, 4 (2 de penal); De Narváez, 1, y Pablo Mac Donough, 1.
- Juez: Martín Haurie.
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