"El teatro no se hace solo con ideas"
El director ensaya La pesca, una obra propia en la que trabaja desde hace cinco años y que planea estrenar en abril. Aquí cuenta cómo nació el mito de la tararira Titán, eje de la historia
En el sótano de una fábrica abandonada de Palermo tres hombres pretenden reconstruir "La gesta heroica". Parece el nombre de un movimiento político pero es, en realidad, el de un club de pesca bajo techo que funcionó allí en los años sesenta. Todavía queda un gran charco de agua formado por el desborde del arroyo Maldonado, donde los socios fundadores habían criado mojarritas, bagres y tarariras para tener el pique asegurado. Con el tiempo, las tarariras devoraron al resto y mutaron en una nueva especie, llamada Titán. En la década del ochenta, tres amigos vuelven al lugar con la idea de recuperar aquel viejo proyecto.
Así comienza La pesca , obra que por estos días ensaya Ricardo Bartís junto a los actores Luis Machín, Sergio Boris y Carlos Defeo, con la perspectiva de estrenar en abril en una de las salas del Sportivo Teatral, donde el director dicta sus talleres de teatro.
"La historia transcurre en un territorio de derrota, de silencio y de confusión. En ese clima, estos tipos bajan al sótano abandonado. No quieren revivir aquellos sueños sino comprobar la hipótesis de la tararira mutante", contó Bartís, quien trabaja en esta pieza desde hace cinco años. "Empecé a ensayar La pesca antes de hacer De mal en peor (obra que nació como un ejercicio de taller y permaneció tres temporadas en cartel). Se retrasó porque presupone un movimiento escenográfico y de ocupación del espacio que requería encontrar un momento apropiado para no poner en riesgo la existencia del Sportivo, que depende de las clases. Yo tenía una protohistoria (los antecedentes de la fábrica, literatura sobre el arroyo Maldonado, bocetos acerca de los acontecimientos que podían sucederse, la idea de la tararira Titán, que es una suerte de Moby Dick del subdesarrollo), pero luego sufrió una transformación importante. La historia estaba dividida en cinco momentos: en cada uno tenía bastante claro cuáles eran los núcleos temáticos o las situaciones que iban a desarrollarse."
Para darle forma a la obra, Bartís trabajó de la misma manera que en sus puestas anteriores: "En general tengo bastante claras ciertas ideas: de qué cosas quiero hablar, cómo va a ser el espacio, cuáles son las líneas principales que se van a desarrollar, y después ensayo, buscando alternativas de confirmación o derivativas de eso."
-¿La etapa de ensayo es paralela al armado del texto?
-No. El texto siempre llega mucho después, cuando ya no tengo la menor duda, cuando ya he probado muchas intensidades, ritmos y velocidades, y tengo una gran información no solo sobre cómo es la escena (cuánto tiempo dura, los parlamentos, las réplicas), sino cómo es el entramado melódico o sinfónico espacial y las intensidades de actuación: es decir, las posibilidades de cada actor de ser portador de ciertos discursos emocionales o energéticos. Solo entonces aparece el texto. Después necesito volver a ensayar para fijar en una trama lo que surgió en el ensayo.
Su estilo de trabajo es particular: hace continuas marcaciones a los actores, les habla al oído, anticipa las líneas que siguen y anuncia los estados de ánimo de los personajes. "Considero necesaria la rigidez en esa etapa para que los actores tengan dónde apoyarse para producir el discurso de actuación, que no es necesariamente la representación del sentido del personaje. O, por lo menos, no es eso solo." Aunque no lo entusiasma ensayar frente a personas ajenas al proyecto, porque considera que es un momento de intimidad entre el director y los actores, el año pasado aceptó participar en la sección Work in progress , del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Cuando fue convocado por Graciela Casabé (entonces directora del festival) para mostrar en público su trabajo en construcción, tuvo que escribir el texto para las escenas que ya tenía estructuradas. "No quería mostrar exactamente cómo ensayo porque es un tanto exhibicionista. Tampoco podíamos lanzarnos a improvisar porque podía ser un riesgo si no había una voz externa de guía. Entonces escribí un texto sobre algunas ideas que tenía y sobre premisas que habíamos trabajado en los ensayos previos."
La experiencia fue muy valiosa. El público quedó encantado y al director le sirvió para comprobar algo que intuía: los espectadores se divierten con las peripecias de los personajes. "La gente enloqueció con estos tres tipos que parecen Gaby, Fofó y Miliki con un ácido lisérgico encima. Tienen algo que uno identifica con un comportamiento nacional sin caer en el costumbrismo."
En noviembre pasado, cuando volvió de una gira por Europa con De mal en peor , Bartís retomó los ensayos de La pesca y emprendió una faena que considera indispensable para la trama: hacer un agujero en el piso de la sala de la planta baja para construir el charco donde pescan los personajes.
-¿Por qué era tan importante hacer un pozo real, algo que alteró definitivamente el aspecto de su teatro?
-Porque tenemos actividad dramática en el agua, que es un elemento muy importante en la obra. No voy a contar el final, pero te adelanto que está determinado por el agua. Visualmente el pozo es muy importante por su poética: hay un momento en el que los hombres pescan de noche. Entonces aparecen unas luces azules y hay un mundo relacionado con el agua. Se ven los piques. Todo eso termina de una manera muy siniestra, sin mucha explicación. Deriva hacia un mundo horrible, como es este país, en el que de repente te matan a trompadas, donde impera la idea de que el enemigo puede ser cualquiera que está a tu lado.
Desde la primera escena queda claro que la obra no habla solo de piques, tarariras y pescadores. O, más bien, que esos temas son disparadores o excusas para reflexionar sobre otros temas. "La tesis artística -no necesariamente ideológica- es que el peronismo estimula por izquierda lo que va a traicionar por derecha. También, que en este país existe la necesidad de que cada generación entregue algunos cuerpos. Parece que el peronismo funcionara como una referencia maternal, como un sentimiento, más que como una definición ideológica política concreta. Además manifiesta una raíz fascista, que es propia de la Argentina. Una raíz grosera, pendenciera, misógina, brutal con cualquier diferencia o singularidad: los ejemplos están a la vuelta del almanaque, en las batallas de San Vicente del 17 de octubre de 2006. Ese horror es producto de un proyecto idiota, que es el proyecto del poder."
-¿Cómo elige los temas de los que va a hablar en sus obras?
-Tengo un pulso interno que no es conceptual, es un pulso de voluntad, de energía. Tengo claras las ideas. Pero el teatro no se hace solo con ideas. La idea puede aparecer, pero después tiene que transformarse en algo dinámico, enriquecido por las variantes asociativas y espaciales. La etapa del ensayo confirma la potencia enorme del territorio y la resonancia del universo mitológico y arquetípico. Con La pesca pienso en un teatro antiguo que opina sobre las tradiciones del teatro argentino, que alude a una discusión con la modernidad en términos del lenguaje y de los procedimientos, que se vuelca a la búsqueda de ese discurso, de esa potencia que la actuación funda.
-¿Cómo fueron los primeros ensayos, cuando los actores se encontraron con sus respectivos personajes?
-Para empezar, hubo un elemento determinante: la idea del lenguaje por encima de los personajes. Aceptaron un encuadre donde queda valorizado lo grupal como productor de un lenguaje. Hicieron una apuesta porque no había una obra escrita ni un personaje definido. Hubo una enorme confianza en el director. Se fundó un pacto. Trabajamos escena por escena: primero separadas y después las ligamos. Conozco a los actores desde hace muchos años, han sido compañeros de otros proyectos, han estudiado conmigo, son personas muy entrañables. Como no tenían la menor idea sobre la pesca, en los ensayos no hacían determinadas cosas o las hacían mal. Nos hemos reído muchísimo.
El que sí sabe de pesca es Bartís: "Me encanta pescar, tarariras especialmente, que es un pez mitológico de la Argentina, agresivo, de gran resistencia en el pique, muy buscado por los pescadores deportivos. No soy un profesional ni un obsesivo pero entiendo que en la pesca hay algo mágico, fuerzas extrañas, un mundo raro. Nadie puede pensar que se pesca solamente al pez; hay otras cosas en juego. Me resulta simpática la idea del esfuerzo, encontrar alguna posición singular que torne un poco heroica la captura, los métodos personales: cada pescador tiene un saber, una creencia."
Para practicar una escena en particular Bartís y los actores fueron a aprender a pescar con mosca. "Unos señores muy amables, Walter y Enzo, nos enseñaron en un lago de Palermo. Les contamos que íbamos a hacer una obra con pescadores, que buscan tarariras Titán. Una hora más tarde, cuando ya nos habíamos hecho amigos, nos preguntaron dónde se encuentran las Titán porque ninguno las conocía. Comprobamos que si a ellos les había interesado, si habían picado, es porque la historia es poderosa."